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Los preparados de anticuerpos monoclonales contienen un solo tipo de anticuerpo, obtenido a partir del clonado de un solo tipo de célula B. Consecuentemente, son altamente específicos de una clase particular de epitope (parte del antígeno que se une al anticuerpo) y tienen aplicaciones clínicas, por ejemplo en el diagnóstico microbiológico y en la terapia del cáncer.
El primer paso en la producción de anticuerpos monoclonales es la inyección de un antígeno, que contenga un epitope de interés, a un animal de experimentación.
Cada célula B produce un tipo particular de anticuerpo. Se aislan células B del bazo y se mezclan con células de mieloma (tipo de cáncer de médula ósea) de crecimiento contínuo. Al adicionarse polietilenglicol, se fusionan ambos tipos celulares, generándose un hibridoma.
Se mezclan células B, células de mieloma e hibridomas y se cultivan en condiciones que permitan el crecimiento de las células híbridas. Cada hibridoma produce un tipo especial de anticuerpo que reconoce a un epitope en particular. Los hibridomas se aislan y se testean individualmente en su habilidad para producir el anticuerpo deseado. Luego del cultivo del hibridoma seleccionado, se aislan y purifican los anticuerpos monoclonales obtenidos.
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